Las alcaldías capitalinas no tienen presupuesto suficiente; el Gobierno central debe asumir la solución
Por Angel Puello
La tormenta Melissa mostró una vez más la cruda realidad del sistema de drenaje y alcantarillado en el Distrito Nacional y el Gran Santo Domingo es una de esas crisis silenciosas que afecta diariamente la vida de miles de ciudadanos. Mientras que las alcaldías del Distrito Nacional y del Gran Santo Domingo disponen de presupuestos anuales limitados cuyos fondos resultan claramente insuficientes para abordar un problema estructural tan profundo.
Desde los tiempos de la presidencia de Rafael Leónidas Trujillo se construyó el núcleo del alcantarillado capitalino, pero el crecimiento urbano, la falta de mantenimiento y el cambio climático han desdibujado esa obra pionera. Según registros históricos, en 1946 entró en operación el sistema sanitario de la capital, siendo una etapa clave en la infraestructura tubería de agua y residuales.
Actualmente, apenas cerca del 30 % de la red vial del Distrito Nacional tiene drenaje pluvial adecuado. El proyecto más reciente de intervención prevé la inversión de RD$ 230 millones para 361 pozos filtrantes y varias líneas de colectores, pero esos recursos son ínfimos frente a la magnitud del déficit: la metrópoli sigue inundándose en cada lluvia fuerte.
Este agujero institucional y económico plantea una hipótesis simple pero brutal: las alcaldías locales no pueden por sí solas resolver una problemática de infraestructura heredada y ampliada por décadas. El drenaje pluvial y el saneamiento pluvial no pueden depender únicamente de presupuestos municipales de solo miles de millones. Se requiere una intervención del gobierno central, dirigida por política nacional de agua, alcantarillado y drenaje, con presupuesto estatal, supervisión técnica y asignaciones de capital excepcionales.
El ritmo acelerado de urbanización y el rezago institucional configuran una tormenta perfecta. Solo mediante un pacto entre Estado, municipio y ciudadanía, y con recursos estatales dedicados, podrá salvarse la capital de ser una ciudad atrapada en su propia infraestructura.
La República Dominicana se juega mucho: una ciudad capital que sufre inundaciones, cortes de servicio o caos vial cada vez que llueve como lo vimos ahora con la tormenta Melissa, no es solo un asunto técnico —es un asunto de calidad de vida, salud pública y competitividad nacional. Es hora de que la administración central asuma la complejidad de este reto y coloque en el centro de la agenda nacional lo que ya debería ser resuelto.
