Hay decisiones que en política trascienden el cálculo, la conveniencia y las aspiraciones personales. Hay decisiones que revelan carácter, visión y sentido histórico. Y la reciente renuncia del presidente de la Liga Municipal Dominicana, Víctor D’ Aza, a sus aspiraciones como precandidato presidencial del PRM, es una de esas decisiones que separan a los políticos comunes de los grandes referentes.
Me puse a estudiar lo que llamo “El ejemplo Víctor D’ Aza”, y al revisar su historia política, sus acciones comunitarias y su impecable gestión en la Liga Municipal Dominicana, concluí que su decisión, lejos de restarle, lo engrandece.
Víctor D’ Aza fue, sin mucho ruido, el primer alcalde de la República Dominicana en implementar el presupuesto participativo. Solo ese hecho, que devolvió poder real a juntas de vecinos y organizaciones comunitarias, bastaría para colocarlo en el mapa de los políticos transformadores. Fue pionero cuando nadie hablaba de participación ciudadana, de control social ni de gestión municipal abierta. Ese fue su sello desde el inicio: incluir a la gente.
Luego observé algo que pocos recuerdan: cuando asumió
Luego observé algo que pocos recuerdan: cuando asumió la LMD, múltiples analistas y articulistas recomendaban cerrar o transformar por completo la institución. Estaba descreditada, golpeada por manejos cuestionables y considerada prácticamente un estorbo administrativo. Sin embargo, Víctor D’ Aza hizo lo contrario: la rescató. La transformó en una entidad útil, transparente, moderna y cercana a las necesidades de los municipios del país.
Su trayectoria confirma que no es un dirigente improvisado. Viene desde los tiempos del PRD, luego PRM, siempre vinculado a las bases, siempre trabajando con los sectores más humildes, manteniendo una cercanía política que no se falsifica con discursos.
Bajo su liderazgo se impulsan funerarias comunitarias, mataderos, obras rurales, apoyo a servicios municipales, talleres, seminarios, concursos de profesionalización, y un fortalecimiento evidente de los alcaldes pedáneos, quienes ya cuentan incluso con dos graduaciones de formación especializada. Nada de eso existía antes con ese rigor.
Con todo ese acumulado, traté de entrar en su pensamiento para entender su decisión de retirarse. Y la respuesta es simple y profunda: Víctor D’ Aza eligió el deber antes que la ambición. Fue el último en entrar como precandidato presidencial, con un acto imponente lleno de respaldo auténtico de las bases. Pero también sabe que tiene compromisos trascendentales pendientes en la LMD. Sabe que abandonar ese camino por una campaña intensa le restaría tiempo a reformas clave en marcha. Y sabe, además, que la unidad del PRM necesita altura, sacrificio y señales claras. Leí que también echó a un lado estudios que lo colocan a un ritmo ascendente.
Ese es su mensaje. Ese es su ejemplo.
Un ejemplo que deberían mirar con atención los demás presidenciables del partido:
la grandeza no siempre está en competir… a veces está en saber cuándo dar un paso al lado para servir mejor.
