
Hay noticias que definen el rumbo de un país, y la República Dominicana acaba de escribir una de ellas: por primera vez en su historia, cerramos el año 2025 con cero muertes por dengue. Una cifra que no solo representa un logro sanitario, sino un símbolo de avance, planificación y compromiso estatal.
El ministro de Salud, Víctor Atallah, como parte muy importante del Gabinete de Salud, presentó un balance que marca un antes y un después en la gestión pública. Las cifras hablan de resultados, pero también de esperanza: la mortalidad infantil se redujo en un 30.8 %, y la neonatal descendió a 13 por cada 1,000 nacidos vivos, la tasa más baja en los últimos 15 años.
Igualmente alentador es el dato sobre los embarazos en adolescentes, que bajaron un 18.9 %, reflejo del impacto real de las políticas de educación sexual, orientación familiar y programas de salud preventiva.
A través del programa “Más Salud y Bienestar”, miles de familias en comunidades vulnerables accedieron a consultas, vacunas y medicamentos gratuitos, con más de 20,000 beneficiarios registrados y seguimiento digital mediante el Pasaporte de Salud. Esta innovación tecnológica demuestra que el Estado puede ser eficiente, cercano y moderno al mismo tiempo.
En paralelo, la implementación de la estrategia HEARTS, avalada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), logró que el 66 % de los pacientes hipertensos o diabéticos mantengan control estable de su presión arterial. A esto se suma el Programa de Medicamentos de Alto Costo, que duplicó su presupuesto, triplicó sus beneficiarios e incorporó más de 100 nuevas moléculas terapéuticas, garantizando acceso y equidad en tratamientos antes inalcanzables para muchas familias.
Este conjunto de avances no es casualidad: responde a una visión moderna de salud pública que combina prevención, tecnología, gestión transparente y trabajo coordinado entre instituciones.
Hoy, los resultados nos invitan a creer que un sistema de salud eficiente y humano es posible cuando se gobierna con propósito, ciencia y corazón. El 2025 se recordará como el año en que la salud dominicana dejó de reaccionar y comenzó a anticipar, transformando datos en vidas salvadas y estadísticas en bienestar real.
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