EDITORIAL – “La valentía de ser sincero»:  José Ant. Aybar renuncia por dignidad en medio del poder institucional”


“Cuando la precariedad institucional apaga la autoridad, renunciar se convierte en acto de coraje poco común”

En la vida pública dominicana, pocas acciones generan tanto respeto como renunciar por principios. Reciente y contundentemente, el experimentado periodista José Antonio Aybar tomó esa decisión poco habitual: dejar su cargo al frente de la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía (CNEPR). Su renuncia no fue producto del desgaste cotidiano; fue el resultado de obstáculos institucionales profundos, de estructuras que impiden gobernar con coherencia, eficiencia y dignidad.

Aybar, nombrado apenas hace poco más de tres meses, expuso en una carta dirigida al presidente de la República que la CNEPR vive una precaria institucionalidad. Denunció que la cuenta bancaria institucional fue retenida por el Ministerio de Cultura, que no se le autorizaban firmas para trámites menores, y que se retrasó injustificadamente la designación de su vicepresidente, quien además fue cambiado en nombre por imposiciones de funcionarios. Sumó a su renuncia el estado deplorable del edificio sede, que —según él— pone en riesgo la integridad del personal y obstaculiza la operatividad del organismo.

Lo más admirable de esta renuncia es la transparencia y la honestidad con que Aybar expuso una situación que muchos funcionarios enfrentan, pero pocos denuncian. Un cargo público, por prestigioso que sea, pierde la capacidad de servir cuando los recursos, la logística y el respaldo institucional faltan. Mantenerse allí, sin tener la autoridad real para actuar, es enfrentarse a la humillación, a la pérdida del valor ético y al desgaste de la imagen propia.

En este sentido, Aybar demostró algo que raya en lo heroico en el ambiente político dominicano: renunció no por ego, no para generar titulares, sino para salvaguardar su integridad profesional. No dejó que otro decidiera sobre su honra, ni que su nombre quede manchado por la imposibilidad de hacer lo justo. Esa decisión merece aplauso y reflexión.

¿Cuántos funcionarios hoy están en situaciones similares, atrapados en estructuras burocráticas que les impiden hacer su trabajo, pero se aferran al cargo por miedo, por ego o simplemente por comodidad? Muchos más de los que creemos. Pero pocos tienen la convicción de Aybar para dar un paso atrás y decir: “No puedo continuar bajo estas condiciones”.

En ese sentido, José Antonio Aybar es una brasa que enciende la esperanza de una clase nueva de políticos dominicanos: responsables, conscientes de sus límites, dispuestos a cubrir su rol con decoro. Una clase escasa, pero imprescindible si queremos que la institucionalidad deje de ser un título vacío y se convierta en capacidad real de servir.

El portal Nuestras Instituciones Públicas ,  cree que la renuncia de Aybar no es una derrota, sino un acto de dignidad que debe inspirar a funcionarios, ciudadanos y partidos. Porque si queremos una República Dominicana más justa, más limpia y funcional, necesitamos líderes valientes que renuncien no solo al cargo, sino a la complicidad con la mediocridad.

El ejemplo de Aybar eleva la vara: nos recuerda que la autoridad no la define el nombre del puesto, sino la calidad de lo que se hace, la honestidad con que se trabaja y la firmeza para decir basta. Esa es precisamente la dignidad pública que el país anhela.

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